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Julian Brangold: desde el sueño de ser comediante al criptoarte

  • Foto del escritor: Martina Mikuletz
    Martina Mikuletz
  • 17 jun 2022
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 23 jun 2022

Julian es un hombre argentino de 35 años a quien siempre le ha fascinado el arte. La vida lo encaminó por diferentes lugares, trabajos y experiencias, pero siempre estuvo la admiración y obsesión por crear y transformar.


Por Martina Mikuletz


Siempre soñó con ser comediante de stand-up y pocos recuerdos llevan a Julian a su infancia, pero uno que nunca puede olvidar es su fascinación y obsesión con las manualidades. Él era aquel niño que, en la primaria, se dedicaba a dibujar o incluso a armar muñecos con cables de teléfonos. Siempre le gustó la idea de crear y hacer cosas, de tomar una creación y transformarla en otra. Desde el inicio, él iba a dedicarse al arte, aunque no lo sabía aún. Sin embargo, no solo era el arte tradicional, sino también el cine: “De chico tenía un videoclub cerca de mi casa y siempre alquilaba películas”, dice con ojos nostálgicos. En esa época, una película que capturó su atención fue Moonwalker de Michael Jackson, que la consideraba “bizarra”, pero le encantaba.


Con 35 años hoy, vive solo en Palermo y próximamente se mudará a Colegiales. Siempre fue un niño porteño, del barrio de Belgrano. Vivía con una familia compuesta por su padre, su madre y su hermana, con quienes tuvo y aún sigue teniendo una “relación muy linda”. “Tuve la suerte de que mis viejos me apoyaron, con tal de ser feliz y de hacer lo que quiera”, habla con humildad.


Con una sonrisa nerviosa, sin saber qué decir, dice que es muy ansioso y curioso. Creyó que estudiar cine en la FUC (Universidad Cinematográfica) iba a ser su futuro, hasta que, al finalizar la cursada en su último año de carrera, descubrió que ese sueño no era real después de todo y buscó otras opciones.



Julian Brangold como tatuador en Argentina.


Trabajar en la empresa familiar fue una obligación. Se sentía perdido en ese momento. Dos años definiendo qué hacer, hasta que decidió ser artista. Con una mano en su boca, como pensativo, Julian cuenta que a los 23 años recorría las calles de Europa en busca de inspiración, hasta que visitó el museo de Tate de Londres y una pintura de Francis Bacon lo cautivó. Después de tantas búsquedas e intentos, comprendió que el arte era lo suyo. Incluso en Berlín, donde vivió por un tiempo, encontró su forma de expresar el arte: haciendo tatuajes. Creó un proyecto relacionado a esto y de a poco tuvo repercusión en Berlín y Argentina. Pero el tiempo de nuevo lo encaminó por otros sectores.


Encontró el criptoarte. Al principio no le convencía, no confiaba en este universo nuevo que llegó a Argentina. Pero le dió una oportunidad. Con el disfrute de trabajar por su cuenta, volvió a hacer manualidades, volvió ese niño con la pasión del arte, y así vendió obras muy rápido. “Nadie sabía lo que era y nadie de mi entorno había escuchado el término NFT o criptoarte”, comenta.


Él es muy escéptico, lo dice con seguridad. Su entorno se basaba en creencias católicas y, aunque tenga espacio para creer en lo espiritual, siempre va a tener una visión diferente del universo: “Hay un universo infinito de lo sútil, de lo inexplicable”. Al tener más recuerdos de sueños que recuerdos de experiencias, admira cómo funciona la memoria y cómo se mezclan con los sueños. Además de que sus obras traen a la discusión reflexiones sobre la tecnología, tratan temas como los sueños y la memoria.



Obras: “E2”, “Edge of Myth” y “Gates”, hechas por Julian Brangold.


“Algo que aprendí es que siempre va a haber alguien mejor y alguien peor. Al fin y al cabo, no tiene mucho sentido compararse”, reflexiona. “Hay mucho de vos empujar lo que haces y de confiar lo que hacés, porque sino nadie va a creer en lo que hacés. Como es tan subjetivo, todo depende de cómo lo enmarcas. Vos sos tu propia galería”.


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